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Queremos aprovechar la oportunidad que nos brinda la revista PROA para descubrir a los lectores una arquitecta alicantina, cuyas ideas y edificios han dejado una huella muy valiosa en la ciudad, y también en los compañeros que han conocido su trabajo.

Lola Alonso nació en Alicante en 1951, y estudió su carrera en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia, donde no sólo se formó como estudiante de arquitectura, sino que además se comprometió en temas sociales y políticos para ayudar a poner fin a la dictadura y abrir paso a la democracia.

En 1980, se establece en Alicante, ejerce de arquitecto municipal durante algún tiempo y abre su propio estudio, en el que comienza a participar en concursos y a recibir encargos, preocupándose, más que en la cantidad de trabajo, en su calidad. Es en esta década cuando su arquitectura comenzó a destacar.

Su arquitectura no se identifica con los edificios monumentales que suelen visitar los turistas. Aparece en espacios más cotidianos y próximos donde resulta placentero estar y vivir. No destacan por su escala, incluso pueden presentar un punto de austeridad. Son edificios caracterizados por la medida, el equilibrio y la armonía de las proporciones.

Un ejemplo de esta arquitectura sencilla y armónica es la imprenta Such Serra de Alicante, un edificio que en 1989 es premiado por el Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana, que también reconocería otras obras suyas, como el centro de salud en Onil,  la sede del Instituto Valenciano de Infertilidad en Valencia y el Instituto Bernabéu en Alicante..

Para ella la arquitectura, cuando se materializa, crea una realidad física nueva, por tanto los arquitectos debemos siempre comprometernos de una manera muy particular ante ciertos problemas que atañen al paisaje, al clima, a la geografía, a la ciudad, etcétera. También subraya la potencialidad de la arquitectura para generar espacios de ámbito público que cualifiquen la ciudad y proporcionen bienestar a sus usuarios.

Estos aspectos se pueden percibir en la Escuela de Arquitectura de Alicante, un edificio que surgió como resultado de un Concurso Internacional de proyectos. Consta de un conjunto de formas prismáticas, insertadas en el jardín del campus universitario de Alicante, a cuyas aulas se accede mediante galerías exteriores cubiertas  donde se producen encuentros docentes colectivos. Un edificio donde ella pudo enseñar proyectos arquitectónicos, desde 1998 a 2005.

Para Lola es importante la vinculación de la arquitectura con la cultura, por lo que siempre ha intentado incorporar la arquitectura dentro del pensamiento. Intenta siempre dar sentido a lo que hacemos para conseguir una realidad física más humanizada, y de mayor calidad ambiental. En 2005 fue directora de la VIII Bienal de Arquitectura Española y por lo tanto la responsable del proceso de selección de obras destacables realizadas en el ámbito internacional por autores españoles. Su compromiso en este ámbito le lleva también a ser Vocal de Cultura en la Junta de Gobierno del Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante desde el 2002 hasta el 2008. Fueron unos años muy fructíferos, en los que procuró que las actividades colegiales traspasaran las fronteras del colectivo profesional abriéndose a  la ciudad, a través de debates sobre asuntos de relevancia urbana, impulsando las actividades y publicaciones del Colectivo en Defensa de la Arquitectura, las conferencias de arquitectos con obra destacada, y mediante una gran actividad en prensa. Consiguió el espacio permanente de cuatro páginas “Arquiletras” en el apartado Arte y Letras del Diario Información, que dio voz al pensamiento de los arquitectos sobre cuestiones relacionadas con arquitectura y ciudad.

Está unida en lo profesional y en lo personal a Javier García Solera, trabajan juntos y también por separado, aunque con una idea común: aportar, en la medida de lo posible, racionalidad y defensa de lo común mediante una arquitectura que transforme y renueve la realidad.

 Pie de foto: Escuela de Arquitectura de Alicante. Arquitectura: Lola Alonso. Fotografía: David Frutos

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