Sergio Ortín Molina. Beneixama, 1994
Arquitecto en OMa | ORTÍN + MOLINA arquitectura
Máster en Arquitectura y Máster en Conservación del Patrimonio Arquitectónico por la Universitat Politècnica de València.
Cursando en la actualidad el Programa de Doctorado en Arquitectura, Edificación, Urbanística y Paisaje con una Beca FPU del Ministerio de Universidades e Investigación, con la tesis titulada: “LA MATERIA ESENCIAL (2000-2025). Lecciones del conocimiento vernáculo en la Arquitectura del Siglo XXI: un recorrido crítico entre rradición e innovación.”
PROYECTO: Notre-Dame de Paris: la réplica que habita en la ruina
Notre-Dame de Paris, 2019. ¿Cómo debería erigirse de nuevo uno de los edificios más identitarios del Gótico universal? En este sentido, muchas han sido las voces que se han expresado al respecto. Seguidores de honrar a la ruina desde la perspectiva ruskiniana más radical; fervientes defensores de la restauración filológica en pro del estado previo al incendio; paladines de la modernización con su ansiada voluntad de innovación. Sin medias tintas. No obstante, en la restauración del siglo no debería producirse un quid pro quo entre el medievalismo y la contemporaneidad. No debería confundirse lo antiguo con lo nuevo. No debería crearse un falso histórico.
Tampoco debería perderse la esencia de la catedral. Su significado. Ni la imagen de Notre-Dame. No puede cometerse la damnatio memoriae con la Reina de París. El incendio del 15 de abril de 2019 ya fue el gran gesto contemporáneo de nuestro siglo. La sociedad debe levantar la voz más allá de la controversia y la instrumentalización política de la tragedia para ofrecer una respuesta de nuestro tiempo. Una obra híbrida que sea capaz de valerse sin complejos del savoir-faire tradicional, mientras no elude la gran responsabilidad histórica de intervenir en este monumento. Un palimpsesto contemporáneo del arte, el espacio y el tiempo. Tres términos unidos por la fatalidad en un proyecto que surge del deseo de construir la ausencia a través de la historia, la materia y la memoria.
La fôret. Una reconstrucción idéntica, para una estructura única. En la intervención de la fôret, ha primado la voluntad de recuperar el testimonio histórico de uno de los marcos medievales más antiguos y complejos de la arquitectura gótica europea. Para ello, se opta por una reproducción fiel de la estructura original, si bien haciendo extensible al conjunto del sistema las mejoras técnicas introducidas en el siglo XIX por Lassus y Viollet-le-Duc y aplicando los conocimientos actuales sobre el funcionamiento de estas armaduras. La reconstrucción se entiende pues desde el respeto al carácter del elemento patrimonial, a su componente histórica, a su testimonio material y a su estructura. Para su construcción, se empleará madera de roble de Champagne y se utilizarán únicamente técnicas tradicionales. Se plantea que el nuevo ático pueda ser visitable a través del tendido de dos plataformas suspendidas a cada lado del pendolón. Una visita que supondría un reencuentro interpretativo con una obra maestra de la carpintería de los siglos XII, XIII y XIX, permitiendo a su vez contemplar de cerca el trasdós de las bóvedas, todavía ennegrecidas por la tragedia, con una nueva función que garantice la conservación preventiva y un mantenimiento constante.
La flèche. La imagen de Notre-Dame, inmortalizada desde la serie de fotografías de Charles Marville, es una silueta compuesta por las dos torres gemelas y su aguja central, contrapunto perfecto de la composición. Por ello, creemos fundamental recuperar el concepto visual y hacerlo con un material contemporáneo, huella de nuestro tiempo, capaz de construir la ausencia y evocar la memoria. Dov’era e com’era, ma eterea: se propone una reconstrucción espacial de la estética de la antigua aguja, un homenaje etéreo a su historia, su carácter y su legado. Esta decisión parte de la voluntad expresa de no competir con la magnífica obra de Viollet-le-Duc. Mediante una reconstrucción interpretativa de sus límites formales y manteniendo su ingenioso sistema estructural como soporte de la propia intervención, realizada con cuidada artesanía en malla alámbrica, se conforma una milimétrica nube de puntos intangibles que captura el estado concreto de una materia que ya no existe, en un tiempo que ya no es el suyo. Una ruina contemporánea que valora el documento histórico por encima de su propia materialidad, relegada totalmente a un plano metafísico que, aunque invisible, es capaz de dialogar con el pasado a través de la tectónica del silencio y del recuerdo. Esta interpenetración entre la arquitectura y el entorno genera una nueva espacialidad derivada de las diferentes percepciones que pueden obtenerse de la obra en función del punto de vista del observador y de la propia imprevisibilidad de las condiciones atmosféricas. Esta dimensión transitoria del espacio y el tiempo proyectada sobre una malla incorpórea pero visible, define la cualidad intrínseca de un artefacto extremadamente liviano ideado para servir como catalizador de la ausencia.