Compañeros de cátedra le recuerdan y reconocen la manera curiosa y extemporánea de entender la vida. Y su traslado de esa naturalidad, esa curiosidad y esa cultura del vivir a la propia arquitectura.
Como arquitecto, viajó tanto por el mundo como en su cabeza. Y en ambos lugares dejo huellas. Los edificios cristalizan las anotaciones que iba dejando en los márgenes de los libros.
Una muestra recoge la parte más íntima del autor del Musac, el Auditorio de León y la colección Helga de Alvear de Cáceres, un arquitecto-inventor, un hombre curioso y querido y, por eso, una persona libre.
Anatxu Zabalbeascoa
Artículo publicado en el elpais
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